Con el Cáteter de Venus




¿Hay algo sutil que mi ser pueda besar tu mano
sin palidecer vuestra unción de divino veneno
en tu delicada condición?

Entre hierbas de sortilegios, dormitas en la menopausia
que fluye incesante en la benigna desnudez de tu imagen:
Hermosa con sus grietas de eones.

En la canasta de la flora,
las orquídeas claman
por el yugo erigido de las mariposas;
en las extensas del placer
donde la muerte pinta sus labios en azul,
mientras desprendes con recelos la intravenosa
que te alimentó
con el cáncer de los dioses.

Quizás tus ojos no se conforman
con el delirio de la morfina;
al menos puedo hacer palpitar
tu corazón desahuciado
si mi virilidad es ofrenda suficiente
para aliviar el tumor que sacia
la realeza de tu enamoramiento mortal.