Con esa mirada penetrante...


Con esa mirada penetrante
y amenazante
adviertes como feroz vigilante
cuan insaciable es la iniquidad
deparada en insinuante malicia.

Como perla cristalina
bañada en sombras de azafrán
espantas los embaucadores genios
siervos del fuego y del engaño
destinados a herir con dolo
el ímpetu de la inocencia inconsciente.

Cuan fulminante e aguijoneante
sean tus ojos místicos,
ningún maleficio
contravendrán
la adversa intención.

Consume lentamente con fijeza
inquisidora y sutil
ese inconcebible enemigo
quien ose apartarte sus ojos.

En luces tenues...


En luces tenues
alumbramos
nuestra intima
alabanza.

El recinto tiene oscuridad
de azul medianoche;
es suficiente que brillemos
con abrazadas plegarias,

mirándonos,
como estrellas cercanas
en eternas cúpulas
de amatista nocturna.

La ausencia se enerva
en cada aliento que cedemos
en aquella lumbre
avivada en derretido beso,

donde nos entregamos
en pecaminosa misericordia
al oculto sortilegio
de embelesadas caricias,

en tenues luces
de perfumada lampara,
niebla de nuestro bendecido
paraíso.

Sea mi dicha...



Sea mi dicha
un cadáver suntuoso
para las flores del averno,
pues las abejas y las moscas
hacen música hiriente
de dulzura y pestilencia,
y cuando mi aroma
impregne el recuerdo
de esta mortaja celeste,
desistan de elevar
aquellas primaveras infantiles
en contritos otoños amargos
pues no poseo la sombra
de tantas estrellas ocultas,
salvo el efímero amor
que tanto me repudiaron.

Como leña de sándalo...


Como leña de sándalo
sombría se inflama
aquellos montes aromáticos
donde la deleitosa aurora
me invitan a reposar
con placidez celestial
el fehaciente desdén
de labrar y sembrar
esos oscuros e suaves cúmulos
rebosantes en lo profundo
cuan imperecedero arroyo
manando ese precioso licor
serpenteando en suaves cicatrices
clamante con silencioso delirio
al alba despuntando elevada
la fiera noche andante
voceando clemente,
cuan suplicante muecín
ese hermoso llamado
a la insaciable prosperidad
en enhiesto minarete
cuan lumbre mañanera.

Los amantes fenecen en innobles pasiones...



Los amantes fenecen
en innobles pasiones...
ataviados en riquezas
de hastiada desidia.

Taimados y erizados
en idilios iracundos
canturrean indignos
los infames romances
para desnudar la malicia
de la carne acusadora.

En bellaquería varonil
y perjuriosa concubina,
el Amor hace pacto con el Demonio
para alimentar la gula
del abismado corazón.

Tristes y penosas
aves rapaces
engalanadas
en plumajes
de realeza
y desdeñosa
sapiencia.

Ansían a su Creador
purgar el aliento
del insaciable frenesí
para dejarlos volar
sin disputar la heredad
de la reinante diatriba.

Empero,
¿Quién untará
con aceites perfumados
y aromáticas flores
aquellas inmaculadas victimas
de la falaz traición?

Unamos sus cuerpos
en lechos de eterna pira
como bellos esposos
para la Muerte.