
Lumbres disipadas
señuelos imaginarios,
surten estas espigas
manchadas e inquietas.
¿Qué se lleva el viento
en su estela dormida?
Tantos amaneceres
no ceden su brillo cegado.
Nadie descansa
con su sombra
ni imploran lunas
alumbradas e alejadas.
Sin embargo,
aferran su remordimiento
en tallos cortados,
viven con el ocaso
corriendo por sus frentes.
No es suficiente.
– Aun sublime –,
esta carne invoca
una fragancia de recelos.
Pálido y enamorado,
¿Quién puede deshacer
un encanto ultrajado?
¡Ya lloran las cigüeñas!
¡Ya callan las misericordias!
¡Limpien de utopía,
el desangre
de ésta prístina inocencia!
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Suspiros