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Tímida para Tener un Jarrón de Mariposas



¡Cómo opacar la deslumbrante timidez
de vuestra perlas constrictas: el fulgor centelleante!;
supongo brevemente
si las mariposas han carcomido tu vientre
para incomodar la razón entredicha
del porqué tu orquídea madurada
inundan fervientemente el oráculo de tus pies.


Pocas veces ofrecí mi opio en tu cuello,
deliraste sobre callejuelas vitralizadas
y asientos solitarios, ofensa a tus cultos ojos.
Tu cuerpo enmuda perplejo
con tantas invitaciones indecorosas e atrevidas.
...¿Y sueñas apenada desenvainarme?
Habrá de probar con destapar ese jarrón de mariposas
y saciar los capullos contraidos por su lumbre,
así vemos si osais atraparlas
con estela carnivora:
dispuesta y tuya.

Cresta en Carne Humana



Puedo prescindir de la verdad
a como se debe desviar el estimulo enaltecido,
los días albergan tantos eones
que cada canción tarda más en componerse.

Aun en los huesos de mi espíritu
me cuesta deducir
si ha nacido
la providencia de la inaceptada salvación.

Si es así…
¿Qué hago caminando entre impíos e indiferentes?

Es sencillo mirar como mi cuerpo
es un festín devorado
entre bien y mal.

En su Mesura de Violetas



Como ese jardín
trastocado
en su esbelta figura,
su sonrisa
puede amansar
esta intranquila seriedad,
llevándose toda lógica
ramificada
– y quebrada –
para estimarme
en un cardo
de ternura
atenuada.

Suele convertir
los ocasos
en un clamor
apasionado,
dejándose sentir
esa prístina
osadía,
en inhalar su esencia
en los brotes
de su cuerpo casto.

Dudas desprenden
en pétalos de canela y azafrán.

Dado su retoño
la penumbra asoma
su calidez,
y estimo
– en soñadoras insistencias –
ese poderoso llamado
de vida intensa,
al cual
en su delicado azabache
– invaluable –
tallar mis anhelos,
y consumirme en su semilla
de palabras y creación.