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Vendedor de Perla Recita su Servicio


Ya las sombras no tienen lugar para disfrutar
el néctar de la concha corrompida
(Algo que la luna tiende a veces
a volver su cachos contra el sol).
Las aguas se braman en la sazón
de una joya amorfada,
por el cual un arte tan refinado
(a veces) pone de manifiesto
la risa de los moluscos fosilizados.

Por lo tanto,
el hombre como la mujer
no dejan secreto alguno
para librar la osadía de embriagar
la mar con su fruto de concepción.

En otro caso, se puede quitar
un solo grano de océano,
por poner la diferencia entre una perla
y los ojos de la vida.

Brilla con la Joya de su Ausencia


Entreviendo entre lo paralelo de una presencia,
se vuelve ausente el valor de un aprecio.
Solo un rayo fugaz puede desviar la mirada
a un sinfín de mentiras inciertas,
pero cabe deducir
que algo más brillante
no siempre revela su fulgor.
Es algo tan resguardado,
celosamente efímero…
Un resplandor abrumado de ausencia,
donde nada permanece distante
ni siquiera un recuerdo (Basado en olvidar).
Aun pudiendo suprimir tantas malicias,
desearía nublar muchos rostros fisurados;
En cambio, la mirada más honesta
desvela un prisma que irradia su aura;
Una joya preciosa
estrechamente oculta
en un manto de estrellas esparcidas.
Contemplo su luminosa ausencia
como la fuente surtida
del afecto inextinguible,
aun sintiendo la desolación callada
donde la soledad
ha de multiplicar su desprecio.
Porque su ausencia no es eterna
y mis ojos la verán de nuevo…
Brillando para desaparecer mi dolor.