Yacéis Oculta en Escaldada Arcada



Vuestra crisálida enjoyada
desapercibida yace
en despliegues tácitos
de Primavera enmelada,
y pernocto con la súbita incógnita
sobre cuántos pretendientes voraces
y acechadores ruines
adivinan los ensalmados solsticios
a tu clemente hermosura, tallada;
fuese paseando, ávido y escaldado,
por los corredores interminables
de bellos teatros maldecidos,
ó quizás esperando paciente
cortejarte, sutil e ilícito,
en ricas arcadas afloradas
con penumbrosas venias y especias.



La juventud os sosiega,
lucida e indiscutible:
hambrienta aguardas
mientras portáis encantada
vuestro velo suntuoso
con prestigios dominados
en atractivos mosaicos:
deleitosos en seda brocada.



Del mismo modo
la humilde suposición
en tus venturas intelectuales
surten la inspiración
(ó la insana conclusión)
en cómo se desenvuelve
el yugo airoso, elevándose,
con tacto delicado y tentador.



Mi ingenuidad no es un Otoño
empolvado por respeto oculto
aunque vea lo permisible
en descubrir y esconder
lo divinamente ajustado
en lo tuyo propio, esculpido;
quien abruma, despojada,
calidez: abrumada y reposada,
en la premura exuberada,
acatarte en un día: extasiada.

Con esa mirada penetrante...


Con esa mirada penetrante
y amenazante
adviertes como feroz vigilante
cuan insaciable es la iniquidad
deparada en insinuante malicia.

Como perla cristalina
bañada en sombras de azafrán
espantas los embaucadores genios
siervos del fuego y del engaño
destinados a herir con dolo
el ímpetu de la inocencia inconsciente.

Cuan fulminante e aguijoneante
sean tus ojos místicos,
ningún maleficio
contravendrán
la adversa intención.

Consume lentamente con fijeza
inquisidora y sutil
ese inconcebible enemigo
quien ose apartarte sus ojos.

En luces tenues...


En luces tenues
alumbramos
nuestra intima
alabanza.

El recinto tiene oscuridad
de azul medianoche;
es suficiente que brillemos
con abrazadas plegarias,

mirándonos,
como estrellas cercanas
en eternas cúpulas
de amatista nocturna.

La ausencia se enerva
en cada aliento que cedemos
en aquella lumbre
avivada en derretido beso,

donde nos entregamos
en pecaminosa misericordia
al oculto sortilegio
de embelesadas caricias,

en tenues luces
de perfumada lampara,
niebla de nuestro bendecido
paraíso.

Sea mi dicha...



Sea mi dicha
un cadáver suntuoso
para las flores del averno,
pues las abejas y las moscas
hacen música hiriente
de dulzura y pestilencia,
y cuando mi aroma
impregne el recuerdo
de esta mortaja celeste,
desistan de elevar
aquellas primaveras infantiles
en contritos otoños amargos
pues no poseo la sombra
de tantas estrellas ocultas,
salvo el efímero amor
que tanto me repudiaron.

Como leña de sándalo...


Como leña de sándalo
sombría se inflama
aquellos montes aromáticos
donde la deleitosa aurora
me invitan a reposar
con placidez celestial
el fehaciente desdén
de labrar y sembrar
esos oscuros e suaves cúmulos
rebosantes en lo profundo
cuan imperecedero arroyo
manando ese precioso licor
serpenteando en suaves cicatrices
clamante con silencioso delirio
al alba despuntando elevada
la fiera noche andante
voceando clemente,
cuan suplicante muecín
ese hermoso llamado
a la insaciable prosperidad
en enhiesto minarete
cuan lumbre mañanera.

Los amantes fenecen en innobles pasiones...



Los amantes fenecen
en innobles pasiones...
ataviados en riquezas
de hastiada desidia.

Taimados y erizados
en idilios iracundos
canturrean indignos
los infames romances
para desnudar la malicia
de la carne acusadora.

En bellaquería varonil
y perjuriosa concubina,
el Amor hace pacto con el Demonio
para alimentar la gula
del abismado corazón.

Tristes y penosas
aves rapaces
engalanadas
en plumajes
de realeza
y desdeñosa
sapiencia.

Ansían a su Creador
purgar el aliento
del insaciable frenesí
para dejarlos volar
sin disputar la heredad
de la reinante diatriba.

Empero,
¿Quién untará
con aceites perfumados
y aromáticas flores
aquellas inmaculadas victimas
de la falaz traición?

Unamos sus cuerpos
en lechos de eterna pira
como bellos esposos
para la Muerte.
 


Señora de la Noche


Embeleso en mis ojos ha dejado
el fulgor de tu pálido semblante,
y mi versos os implora con decoro
cuan sublime tu majestad fiera.

El atardecer se desliza en cascada
salpicada de oro y sombra,
en velos de sedoso ceruleo oníce
brillan en plata:
tus intimas cuencas perfumadas.

Con el carmin sangriento de tus finos labios,
extingues el clamor divino del sol,
y en tu mirada de dulzura menguante
alumbras reinante: la pasión de mi sonatinas.

Dime con presteza y sortilegio,
inmaculada señora mia,
¿Por qué naciste como romance de noche?
¿Seré digno en componerte alabanzas?

En extasis consumado
a tu hermosa santidad,
te invoco tan ferviente
en delicia

en mis palabras
ebrias
de elixires
paganos.

¿Qué ocultas en atrevida
y tierna malicia
–magnanima mía señora–
detrás de vuestro velo de celajes,
bañado en rocio de astros?

En fragancia de rosa y purpura
entrego mis elogios de deseo
por sentir tu misterio nocturno
como devoción reposando
en tu suave regazo.

Hazme caer en tu sopor, señora mia,
mientras me susurras con amor
vuestros deleitosos e oscuros
secretos.

Creciente como la luna...





Creciente como la luna
se ciñe mi soberano alfanje,
enhiesta de hambre bendita
cuan filosa en frenesí lubrico.

Impaciente por atravesar la carne
se yergue decidida y firme;
sin atavíos ni remordimientos
cuan bañada en carmesí rico.

Afanada en perenne combate
se deslumbra en fausta gloria;
atajando y embistiendo
cuan duelo de exhausto rito.

Engalanada en suntuosa funda
se reposa en pingüe deleitoso;
aún elevada en crasa voluntad
cuan ávida mi señora la izó.

Venid confiada en deleitar jubiloso...




Venid confiada en deleitar jubiloso
con complaciente decoro
a vuestro sultán de oro.
Ostenta el encanto de mi reino
sobrecogido a tu preciosidad
en la voz de tus historias carnales.

Fiel vasalla de mis interminables noches:

¡Cuéntame el amorío de estrellas palpitantes!
¡Recuérdame las travesías de romances vedados!
¡Cautívame con la magia de amantes infames!
¡Adviérteme de las delicias de perfidias enamoradas!

¡Prohíbeme de los males en la pureza de mi amada!

¿Qué depara tantos finales sin fin?
Perdido por ti
Y hallado por ti:
tan insaciable eres
en tu sabiduría
de perla y miel.

Concédeme
el protagonismo [i]licito
de ser todo el hombre
en todos tus caballeros
sin defecto.

Démosle vida
a vuestras palabras
embellecida con leyendas,
cuan mística poesía
para amar
incontables mujeres
encarnadas
sólo en ti.

Infúndeme la gracia eterna...



Infúndeme la gracia eterna
concebida en perfecta disonancia
en prosas riquísimas recitadas
como sortilegio divino de amoríos.

Desprende todo ornamento de vilezas,
mi preciosa e inmaculada hurí,
de éste frágil y fornido cuerpo
surtido en belicosos martirios.

Úngeme en tus caricias de mirra
todas las fatigas de la celosa soledad.
Lubrica la avidez de toda delicia
en vuestros labios conferidos
a mi caprichosa salvación.

Mi ansiado paraíso:
¡Hazme arder en embriagadora lumbre!
─cuan faro imponente
ante las lenguas del mar.

Púrgame en tu fogoso
abrazo de sándalo
el delirio tormentoso
de la nublada fe.

Mi deseado abismo:
¡Hazme caer en energúmeno amor!
─cuan vasta pasión
de entrega perpetua.

Correspóndeme como flama de entrega...




Correspóndeme como flama de entrega
y abraza este silente anhelo
en lubricas plegarias
consumada en fogata de loto
en inmensos páramos
donde mi espíritu se sacia
en vuestra maravillosa beatitud
bajo luciérnagas de amantes distantes,
brillando en lejanías abismales,
danzando cuan luceros atraídos
en profanas orbitas perseguidas;
mirándonos con inocente fervor
ante esas vastedades del deseo,
queriendo besar lo imposible
mientras nuestros cuerpos trémulos
sienten la fría caricia de la soledad,
cuan acosadora de nuestra devoción
ansiando extinguir el sentir
que nos pertenece
por siempre.

Viejo Búho


A mi padre,
tan santo
como el semblante
de un búho,
dándome paz.

Os escondes
en los celajes del paraíso
como un ángel de minerva
en resguardo fierro
de sus follajes de otoño.

En tu eterno vuelo,
observaste el trascender
apacible de tu semblante,
con la santa discreción
de tu soñolienta vigilia;
intercediendo
entre luceros del silencio:
durmiendo en serenidad,
ululando vuestra templanza.

Es por tí,
mi viejo búho,
el amanecer
lleva en tu mirada
la tan callada
sabiduría,
como el antiguo
pestañear
del creador.

Cuando cerraste tus ojos,
sentí la noche
tan vacua
cuando el viento
deja al sauce mudo
en su amado duelo.

Efímero es existir
cuando percibo la vida
sin consuelo
con la ausencia
de vuestra curiosa escucha.

Mi viejo búho,
guíame
hacia una santidad
cauta;
cuan sincero anhelo
de seguir tu amado legado
siempre... en paz.

Como Lluvia Fresca que Purga la Vacuidad


¿Acaso el vacío osó en desnudarse contigo alguna vez?
Tu tez se empapa como las ventanas que lloran paisajes
sublime bosquejo que nutre la esencia de tu orquídea,
centenares de gotas componen tu madrigal suspirado
mientras los pájaros sacian su sed de un cielo triste.

Aunque la naturaleza sea una mujer morena e melancólica
siempre sus flores se abruma con serenidad de anhelos,
no hay nada inerte que deja su pureza purgada
creo que tu cuerpo es un jardín escondido con recelo
pero el aroma de la lluvia acostumbra a desvestir tu fragilidad.

En esa ansia de diluir el semblante distorsionado de la soledad,
el deseo puede dibujar tu alma en un pequeño estanque
solo contempla si el rocío del alba limpio tu pesadumbre
pues jamas pensaría que vuestra hermosura de ocaso
negara el gozo de purificarse
en el interminable abrazo de la lluvia,
emanando tu cuerpo en pureza y humedad.

En el Inframundo Crecen Lirios



Temo despertar en un exhalo de tranquilidad.

En un pasto suave, mi cuerpo yace extendiendo raíces;
escucho el cielo en su suspiro abismal y pacifico
mientras mi alma transmuta en un colibrí de fuego;
vuela sin conciencia...
pues la ansia es el alimento que aviva la flama
donde la muerte pasa los eones
meditando entre las zarzas.

Mi sufrimiento es un bagre plateado que huye despavorido.

La existencia esta pintada con hologramas de antigüedades,
donde mis ojos alaban la mentira de la beatitud,
cuya hambre de la visión transgrede eternamente
a la sombría verdad que duerme
entre el puente de un río sereno.

En un pequeño papiro, no hay sabiduría escrita,
solo un abrume de perfumen e incienso.

Puedo caminar en ese sendero,
desprendiendo el otoño en mi vestimenta,
en el inframundo crecen lirios
y tienen sed de salvación,
pero el jardinero cayo
dentro del pozo de la ignorancia.

He de aguardar la lluvia,
pues carezco de penitencia u razón
para redimir la decidía de los demás,
por ende, la paz es el infierno más codiciado
para descansar en silencio.

Con el Cáteter de Venus




¿Hay algo sutil que mi ser pueda besar tu mano
sin palidecer vuestra unción de divino veneno
en tu delicada condición?

Entre hierbas de sortilegios, dormitas en la menopausia
que fluye incesante en la benigna desnudez de tu imagen:
Hermosa con sus grietas de eones.

En la canasta de la flora,
las orquídeas claman
por el yugo erigido de las mariposas;
en las extensas del placer
donde la muerte pinta sus labios en azul,
mientras desprendes con recelos la intravenosa
que te alimentó
con el cáncer de los dioses.

Quizás tus ojos no se conforman
con el delirio de la morfina;
al menos puedo hacer palpitar
tu corazón desahuciado
si mi virilidad es ofrenda suficiente
para aliviar el tumor que sacia
la realeza de tu enamoramiento mortal.

Belleza sin Forma Concebida


Algo tan muerta se figura en lo lucido,
sofocando la murria de un capullo adornado.
Un alba se ahorca en la templeza del ocaso,
donde los olmos se abrazan en su claustro.
Lilas de cristal abruman su aurora,
como una corona de tragedia de estos ojos.
Riachuelo de lágrimas buscan su cauce,
corriendo hacia el olvido de un mar silencioso.
Todo es hermoso sin importar lo horrible,
complejidad absoluta que extingue lo infinito,
procreación de la existencia indefinible.
La belleza es carente de forma,
invisible e visible en la omnisciencia.
Somos parte de ella,
como el embrión en un vientre fecundado.

En las Persianas


Por mucho que el imponente sol hace su camino en mi ventana
tiendo a imaginar cuan desolado y mudo resulta la naturaleza de mi refugio,
suelo toser agriamente aquella vicisitud de la misantropía
como ese viejo petardo de nicotina que dibuja angustia en su cenizas
ni siquiera puedo consolarme de la filosofía:
Es solo un mausoleo para velar frutos podridos;
Aunque sin querer dejo que mi malicia halé los hilos de mi destino
(ó desgracia), pero me es fácil cortar el lazo de mis venas
cuando la divinidad me rechaza con [pre]juicio.
El trinar de los pájaros suele desvelarme de esa fiera quimérica
a veces quiero olvidar la mancha que remuerde mi existencia,
en las persianas miro la vida, hermosura [in]fortunada,
en la sencillez de lo [in]posible; Si ella (no) me quiere,
entonces sumiré la [in]conciencia en el embriagado estupor de la duda.
Aun así, la inmensidad del cielo me recueda a ese océano durmiente
mientras admiro como las nubes forman montañas y dioses,
pero no puedo soñar con la ansiedad formando un nudo en mi cuello,
solo es la punzante fatiga donde la divina locura es herida sin querer.
En consiguiente, debo caminar en esa redención,
con las plantas de los pies ampollandose en la atizante purificación del concreto
replanteándome preguntas, hechos, faltas, aciertos, engaños, tonterías, cinismos, humildad, malicias,
respuestas sin fin de etcéteras...
Pero he corrido las persianas para contemplar mejor aun
quien soy realmente...

Dobleces


Fuera [in]suficiente derogar la inquietud con el miedo
mientras el exhalo de un dragón vagabundo solo atice
la gloria del sueño en el bostezo de la resurrección,
y aun con las bóvedas astrales
quebrándose en el aroma del alba,
siento en la antigüedad de mis huesos
esa fatiga: monótona, hastiada y enterrada.
Puede ser que la humilde muerte esté más viva que nunca
en una inteligencia muda ó en esa salvaje bestia (mal) llamada amor;
Es suponer si la paz ofrece su servicio ante mi, como una dulce meretriz
en el gozo inequívoco de un parloteo martirizado.
Aunque sea poco pedir,
estimo mis suposiciones en una lumbre casi diluida y contrastada
entre-viendo esa ordalía en la lupa del prejuicio,
pero ya mis ideas volaron como enjambre hambriento
hacia una planicie embellecida por el coito de las llamas.
No obstante, suelo meditar esas dudas oníricas
en la tranquilidad catatónica de esta serenidad,
pero a veces mi propia y delicada sombra
tiende a doblar mi destino en un cisne de origami
solo para hacerme navegar en un riachuelo resbaloso
mientras mi frágil alma se diluye en papel.

Plaisir de Pluie Devant Ma Petite Fenêtre



Dans le revêtement muet dehors la face déchiré de mon foyer
plusieurs gouttes d'eau, nettoient la laideur de mes après-midis
Elles chutent à la vitesse d'un oiseau qui descend
pour sentir le soulagement frivole du crépuscule.

Qui peuvent décrire toute la beauté d'un simple orage,
ou au moins, s'imaginer l'aimer comme une jolie fille ?

Si je suis un Arbre, la soif peut me la faire désirer toujours.

Mais la graine d'un être fait chair a l'avidité de semer sa luxure,
peut-elle, la nature, lui refuser ce droit à la humidité
d'une pluie calme et sereine ?
Quelquefois...Elle me baise mes pauvres et douces lèvres.

Tu me manques ma pluie !
¿Combien de fois m'avez-vous touché?
Il y a quelque façon pour laisser boire le café par ton eau
ou laisser respirer la fumée de mes cigarettes par ton air frais ?

Ma fenêtre a ton souffle, mais je peux te regarder et rêver
comme une femme faite chair, peau, odeur et sueur.